De Fukushima al apagón
En abril de 2011 apagué la sirena, un mes después de la tragedia de Japón: terremoto, tsunami y emergencia nuclear de nivel 7.
El 6 de mayo de 2012, como todos los lunes, los japoneses se dirigieron a su trabajo, los trenes bala salieron a su hora, los ascensores subieron las torres de Tokio sin problemas y las luces de sus ciudades se encendieron sin fallos. Pero ese lunes, después de 40 años y por primera vez, nada de la energía japonesa provenía de un reactor nuclear.
El sábado anterior el gobierno japonés había apagado el último de los 54 reactores en funcionamiento, el 3 de Tomari en Hokkaido al noroeste de Japón, según indicaron por mantenimiento. Lo cierto es que entre el gobierno, la industria y los ecologistas, nukenik, se está librando una batalla sobre el futuro de la política energética de Japón.
El movimiento social que se activó en contra de la energía nuclear en Japón después de Fukushima, el mismo sábado día 4 se manifestó en Tokio celebrando el cierre del último reactor. Los miles de manifestantes agitaban las tradicionales «koinobori», banderolas en forma de banners que se utilizaban para el día del niño y se convirtieron en un símbolo del movimiento anti-nuclear.
¿Parada temporal?
Antes de Fukushima, el 30% de la Energía de Japón provenía de reactores nucleares. Con la caída de esta energía, el país ha aumentado sus importaciones de combustibles fósiles. Es ya el mayor importador de gas natural licuado, con cantidades records el año pasado. La Agencia Internacional de Energía estima que el cierre de todas las centrales nucleares incrementará la demanda japonesa de petróleo a 4,5 millones de barriles diarios, a un costo adicional de alrededor de 100 millones de dólares EE.UU. al día.
El Gobierno de Japón prevé que no será capaz de mantener ese ritmo y que esto se traducirá en una crisis energética este verano, pudiendo dar lugar a apagones masivos.
El gobierno está dispuesto a reiniciar los reactores nucleares, alarmando de los apagones y del aumento de las emisiones de carbono al verse obligados a recurrir al petróleo y el gas para producir energía.
La Agencia nuclear Japonesa publicó en agosto de 2011 un estudio de la reevaluación de las condiciones de seguridad de sus plantas nucleares y de las medidas de seguridad que deberán tener para enfrentarse a terremotos y tsunamis. Este nuevo análisis de riesgos y el reforzamiento de las medidas de seguridad por el que deben pasar las plantas actuales es el motivo del apagado gradual de todos los reactores en los últimos 14 meses.
Japón ahora obliga a que los reactores pasen esas nuevas pruebas de tensión en 2 etapas, que garanticen que pueden soportar terremotos y tsunamis y, aunque legalmente no es obligatorio, se quiere contar con la aprobación de los residentes locales antes de poder volver a reiniciar su actividad.
La opinión pública
La respuesta de las personas que viven cerca de plantas nucleares ha sido desigual, algunos de ellos quieren que se pongan de nuevo en funcionamiento, por los puestos de trabajo, subsidios y otros beneficios a la economía local.
El partido del gobierno japonés en el poder, el Partido Democrático de Japón, ha instado a las comunidades locales para que permitan la puesta en marcha de los reactores ubicados en sus localidades. Sorprendentemente hasta el alcalde de Fukushima está de acuerdo.
Aunque la evolución de la opinión pública entre abril y octubre del 2011 hacia la abolición y disminución frente al mantenimiento de la misma es muy importante, sigue habiendo casi un 25% de la población que está a favor de mantenerla e incrementarla.
¿Hacia las renovables o más de lo mismo?
El futuro de la energía nuclear en Japón es incierto y al hilo de todas las noticias relativas al apagón nuclear, no encontré nada en relación con medidas para la reducción del consumo.
La gran duda es si Japon será capaz de afrontar un futuro hacia el desarrollo sostenible y la utilización de energías renovables. ¿Y nuestras centrales?