Atzera begira – Una mirada en el tiempo
Hace 100 años, el lunes 2 de junio de 1913, sobre las 8,30 de la mañana cuando la mayor parte de los hombres se encontraban trabajando fuera de casa, una tormenta impresionante de lo que hoy conocemos como gota fría descargó en la cima del monte Auza a más de 1.300 metros de altura y descargó por un lado hacia la cuenca del Bidasoa y por la vertiente norte hacia el valle de Baigorri en la Baja Navarra. Se formó una avenida de agua, piedras, árboles y barro que primero arrasó Erratzu, luego Elizondo para continuar con la destrucción hasta Behobia próxima a la desembocadura del Bidasoa. Dio lugar a la mayor catástrofe natural jamás vivida en el Baztán y una de las más importantes de Navarra.
La catástrofe
«A primeras horas de la mañana llovía muy poco, y se oían algunos truenos a lo lejos. Me asomé al balcón para ver que calzado debía ponerme. Eran poco más o menos las 8 y media de la mañana. Quedé mirando la estrecha regata de Izpegi, cuando ví algo que no sé como describir. Bajaba llenando el barranco una cosa que no pude distinguir bien. era como un enorme bloque sólido que bajaba de Auza deslizándose con rapidez vertiginosa, como un muro alto de unos 14 metros de ancho. Quedé horrorizado al ver que aquello avanzaba hasta el pueblo. Fue cosa de un instante. Aquel bloque llegó al pueblo, derribó una casa, luego otra, luego el puente.
Y seguía bajando con rapidez feroz y deshaciéndose conforme llegaba a las casas. Era un espectáculo espantoso. En menos de una hora todo quedó arrasado. En el pueblo se levantó un griterío espantoso.
El agua que bajaba por este barranco y por la regata de Xorroxin, rugía ferozmente y a este rugido se unía el estrépito de las casas que se hundían y el tiroteo de los fusiles de los carabineros y los guardias civiles que por este medio querían anunciar la catástrofe. La gente subía a los últimos pisos, los animales se ahogaban en las cuadras. ¡No se puede describir!
Parecía como que el mar bajaba por la vertiente de Auza. Y no llovía aquí, porque el agua que caía era tan escasa que no llegaba, ni mucho menos para impedir, que se elevara una inmensa polvareda espesa cuando se hundía un edificio».
Así relata Fernando Astiz, administrador de la Aduana de Erratzu la inundación que se vivió el 2 de junio de 1913 en la cuenca del Río Baztan, que una vez que abandona el municipio del Baztán se convierte en el Río Bidasoa.
La gran ola arrastró en su totalidad las casas Aroztegia, junto al puente del mismo nombre, Elizaldea, en la parte sur de la iglesia junto a Uhaldea, Zubipunta, junto al puente de la plaza, Motxainea en la salida del pueblo y Saternea, que estaba junto a Etxenikea. Ninguna de ellas se reconstruyó. Parcialmente también afectó a un buen número de casas y todo el pórtico de la iglesia junto a la sacristía fue arrollado por la avenida. Afortunadamente, sólo se cobró la vida de 3 personas.
A las 5 de la tarde se envió un telegrama desde Bera a Pamplona advirtiendo que desde la una y media el río Bidasoa había experimentado una crecida extraordinaria y que arrastraba gran cantidad de materiales. Para media tarde se inundó Behobia llenando sus vegas de todos los materiales arrastrados desde Erratzu.
Erratzu quedó incomunicado durante dos días. Las carreteras y puentes que lo comunicaban con el resto de pueblos desaparecieron por efecto de la riada y hasta el día 4 de junio no pudieron los peones camineros abrir una pequeña senda para pasar a pie una persona, quedando así restablecida la comunicación a Elizondo. El teléfono y el telégrafo fueron destruidos así como el suministro eléctrico. La gran ola, desde Erratzu hasta Sumbilla destruyó 18 puentes. Muchos de ellos de la época romana.
El desamparo en que se sumió Erratzu fue inmenso. La incomunicación con el resto de localidades del valle les hizo sentirse desamparados, así el día 5 de junio se remitió el siguiente telegrama a la Asociación de la prensa de Navarra: «después de tres días de la catástrofe; no se ha recibido auxilio de ningún género. Urgentísimo envío de socorro de toda clase, numerosísimas familias miseria absoluta; se carece de todo; pueblo arrasado; sólo viendo creerá V.E. magnitud desastre; Erratzu abandonado. Julian Agirre Alcalde, F. Almandoz, Miguel Iturralde; Concejales Nicolás Izquilarde, Gregorio Irigoyen, Joaquin Gamio; Bonifacio García médico; Fermín Astiz, administrador de la Aduana; Cándido Goñi, maestro; Dámaso Zabalza.»
El día 6 de junio se organizó en Pamplona un viaje a la zona para evaluar daños y comenzar la reconstrucción de la zona. Días después se desplazó un contingente importante de militares que permanecieron hasta el día 13 de julio y con su llegada las labores de reconstrucción tomaron un impulso importante. Junto con los hombres que ya participaban en los auzolanes rehicieron caminos, rellenaron el terreno que la riada arrastró y realizaron kilómetros de paredes para delimitar nuevamente los campos. Hasta 300 hombres se contaron durante los primeros días venidos de todos los pueblos de la cuenca del Bidasoa, trabajando junto con la gente de Erratzu para poder rehacer el pueblo.
Al asombro de qué pasó en el momento de la tragedia se añade el interés por saber cómo se fue recuperando el Valle.
La solidaridad
Quizás lo que más llama la atención es la corriente de solidaridad que se produjo en toda Navarra pero sobretodo la proveniente de todos los Baztaneses que vivían en America, en especial en Méjico. Las aportaciones, incluidas las enviadas desde América por los emigrantes, se saldaron con un total de 394.000 pesetas.
Entre las donaciones de ilustres emigrantes del Baztán en Méjico destacan las 1.840 pesetas que donaron tanto D. Jose Irigoyen como D. Braulio Iriarte, fundador de la cervería Modelo y su famosa cerveza «Coronita», y las 1.000 pesetas de Martín Urrutia. El Centro Vasco de Méjico donó 2.000 pesetas y 550 pesetas se recogieron entre 27 emigrantes baztaneses de Cuba. El rey Alfonso XIII donó 1.000 pesetas.
Pasó un año, el día 18 de junio de 1914, hasta que los afectados comenzaron a cobrar las ayudas según la documentación detallada existente. Aunque en ningún caso se cobró el total del importe que se reclamó y en algunos casos después de un año de una situación muy precaria y para algunas personas después de un año de miseria, para los que la ayuda llegó muy tarde.
Repicaron las campanas por el valle
El pasado domingo día 2 se celebró el centenario de este suceso, y las campanas de la iglesia de Erratzu repicaron como recuerdo de que justo a esa hora, hace 100 años, la localidad estuvo a punto de desaparecer por la mayor catástrofe sucedida en el Baztán.
Una exposición en la casa rectoral, así como la edición de un libro conmemorativo con imágenes y documentos de la época, junto a un DVD recogiendo la memoria de los mayores del pueblo nos ha permitido conocer las duras condiciones en que se vivió la catástrofe.
Las fotografías de aquellos momentos sacadas por D. Félix Mena Martín cuyo estudio en Elizondo aún permanece, fueron sacadas con una cámara de fuelle sobre trípode que se cerraba y transportaba como una maleta y utilizaba placas fotográficas de vidrio con un baño de gelatinobromuro que podían tener un tamaño de 13×18 cm.
Además de la exposición, las campanas de Erratzu comenzaron a repicar a la misma hora en que 100 años antes se produjo la catástrofe y fueron sonando de pueblo en pueblo, cada quince minutos, en todos los pueblos del valle simulando el avance de la avenida desde Erratzu hasta Hondarribia, ya en la desembocadura del Bidasoa.
Las Inundaciones de los valles cantábricos en Navarra
Como señala D. Javier M. Pejenaute Goñi del Departamento de Geografía e Historia de la Uned de Pamplona en las conclusiones de su brillante estudio: «Influencia de los factores geográficos en las inundaciones de los valles cantábricos navarros», el número total de inundaciones históricas demuestra que los valles cantábricos navarros se encuentran en una zona con riesgo de avenidas, que son peligrosas por su formación rápida, poco tiempo de concentración, y velocidad originada por la fuerte pendiente de los ríos.
Se trata de un fenómeno inesperado y no fácil de explicar, por los factores geográficos interrelacionados que actúan. La climatología de los valles favorece la presencia y alta frecuencia de avenidas: posición próxima al mar Cantábrico, fuente de humedad; precipitaciones anuales y máximas diarias abundantes; balance hídrico excedentario, muy elevado en las cabeceras; y situación en la línea de entrada de los temporales atlánticos y de las tormentas estivales.
El relieve favorece la concentración rápida de la escorrentía y la disponibilidad de poco tiempo de reacción. La orogenia herciniana dominante da lugar a una complicada red de aristas de intersección de vertientes, puntos de referencia en las crecidas fluviales. Las masas nubosas entran desde el mar Cantábrico a los valles navarros siguiendo cuatro trayectorias, en las que se sitúan las montañas, bien orientadas, que actúan como pantallas pluviométricas.
Los valles se encuentran en una zona de terrenos impermeables con escasas pérdidas hídricas subterráneas. Las rocas metamórficas forman sierras quebradas, y valles encajonados y retorcidos de vertientes abruptas, que dibujan amplios meandros y pocas llanuras de expansión, que recogen las aguas torrenciales de innumerables regatas de las cumbres.
Los bosques de hoja caduca, y la aliseda de las riberas, aportan, en un principio, condiciones mitigadoras de las inundaciones. Pero su transformación en prados, la eliminación de la vegetación de ribera y la tala indiscriminada suponen una menor retención de agua y un aumento de la carga sólida. Las laderas desnudas en pendiente son favorables a una escorrentía rápida. Lo prudente sería respetar lo que se tiene, y recuperar, con especies autóctonas, los cauces y riberas de los tramos castigados.
Las características hidrológicas de los ríos cantábricos explican las inundaciones. Se trata de ríos cortos pero con alta abundancia específica, que las crecidas provocan desprendimientos y deslizamientos. La presencia de regatas que bajan de las montañas incrementa la generación de peligrosas avenidas súbitas, a veces sobre cauces de poco caudal y con gran capacidad de erosión. Es complicada la regulación natural por la inestabilidad de las laderas, que favorecen los deslizamientos y la erosión y el transporte de sedimento en cauces torrenciales.
La modificación de los cauces y la presencia de obstáculos situados a lo largo de los ríos –embalses, centrales eléctricas, puentes, canalizaciones- suponen una alteración importante del régimen hidrológico de los cauces. Estas variaciones son poco pronunciadas en los tramos altos e importantes en las pocas zonas llanas, en donde, debido a su configuración topográfica, se concentra la actividad humana. Cuando el agua supera su capacidad de evacuación,ocupa la llanura de inundación.
El valle del Baztán, tierra de hidalgos e indianos. Un jardín en el pirineo navarro. Donde periódicamente truena la naturaleza.