De malos y maldades
Cuando en España hemos vivido consternados el «caso Bretón», asistiendo a la realidad de un padre capaz de matar y quemar a sus hijos para vengarse de su mujer, nos surge constantemente una pregunta: ¿ese hombre está enfermo?. Pensamos que una persona normal es incapaz de hacer eso. Pero invito a preguntar a vuestro alrededor si creemos que una persona puede ser simplemente mala o si una persona mala es una persona trastornada o enferma. Serán curiosas las respuestas que hallaremos. Probar. ¿Enfermos o simplemente malos? ¿Criminales o enfermos? ¿Enfermos o trastornados?….
Los psiquiatras han concluido que José Bretón no sufre ningún trastorno mental. Y que ni en el día de autos ni en los previos padecía alteración temporal de su conciencia o memoria. Al tiempo que los rasgos de personalidad recogidos en los diversos informes psiquiátricos abundan en su carácter manipulador e inteligente. Pero siguen las discusiones técnicas de los expertos, psicólogos y psiquiatras, como la del psiquiatra Juan Carlos Fuertes, «sobre si se trata de un trastorno obsesivo compulsivo (enfermedad mental severa y muy invalidante), si es un trastorno de la personalidad de tipo obsesivo (forma de ser o patrón persistente de conducta que tiene un sujeto y que le hace sufrir), o si solo se trata de rasgos anómalos de personalidad (manera de ser, variante de la normalidad y caracterizada por algunos comportamientos diferentes a los esperables y poco o nada invalidantes).»
Más allá de las cuestiones técnicas y de una manera más llana: ¿Enfermo, trastornado o «raro»?. Yo me sigo preguntando que pasa con los que considero como simplemente malos o malas.
Most Evil. Indice de maldad.
Most Evil, literalmente «el más malvado», y que en latinoamérica se ha llamado «Indice de maldad» y en España «Perfil de un psicópata» (que manía de cambiar los títulos), es una serie documental televisiva estadounidense que es conducida por el psiquiatra forense Michael Stone, de la Universidad de Columbia.
A lo largo del programa Stone clasifica a los homicidas en una «escala de maldad» que él mismo desarrolló para intentar entender la mente y las motivaciones de los autores de los hechos. Asimismo, la indagación en sus respecitvas historias familiares busca brindar pistas para ayudar a prevenir otros crímenes por parte de individuos con psicopatologías similares.
- Nivel 01: Aquellos que matan en defensa propia y no muestran tendencias psicóticas.
- Nivel 02: Amantes celosos que, pensando de forma egocéntrica o inmadura cometen el crimen. No son psicóticos.
- Nivel 03: Dispuestos a ser compañeros de asesinos, personalidad aberrante, probablemente impulsivos con rasgos antisociales.
- Nivel 04: Mata en defensa propia, pero ha realizado algo para provocar a la victima para que lo ataque.
- Nivel 05: Persona traumatizada y desesperada que asesina a familiares o a otras personas que abusan de otros.
- Nivel 06: Asesinos impetuosos pero que no presentan rasgos psicóticos.
- Nivel 07: Altamente narcisista con cierta tendencia psicótica que asesina a gente cercana a él (los celos son un motivo común en este caso)
- Nivel 08: Personas que no presentan psicopatías pero que asesinan cuando no pueden controlar su rabia ante alguna situación.
- Nivel 09: Amantes celosos con tendencia psicóticas.
- Nivel 10: Asesinan a personas que “estorban” para alguna acción, por ejemplo, testigos (egocéntricos pero no psicóticos)
- Nivel 11: Asesinos psicóticos que asesinan a personas que “estorban” por ejemplo, una madre que asesina a sus hijos para comenzar una relación amorosa o salir de viaje.
- Nivel 12: Personas hambrientas de poder que asesinan cuando son “acorralados”
- Nivel 13: Asesinos con personalidad llena de rabia que asesinan cuando se ven presionados.
- Nivel 14: Personas centradas, rudas y con fuertes rasgos psicopáticos.
- Nivel 15: Psicópatas a sangre fría que cometen varios homicidios.
- Nivel 16: Psicópatas que comenten múltiples actos viciosos.
- Nivel 17: Asesinos seriales con perversiones sexuales marcadas y que torturan en el proceso ( la causa principal es cuando asesinan despues de cometer una violación para ocultar la evidencia) la tortura no es un factor de gran peso para ellos.
- Nivel 18: Asesinos que torturan, pero el asesinato es su principal fin.
- Nivel 19: Psicópatas que son motivados por el terrorismo, subyugación, intimidación y violación.
- Nivel 20: Asesinos que torturan, la tortura es su principal motivo y tienen personalidad psicótica.
- Nivel 21: Psicópatas motivados principalmente por torturar en extremo, pero que no cometen asesinatos.
- Nivel 22: Asesinos Psicópatas y torturadores, la tortura es su principal motivo. Generalmente son los mas crueles
En mi opinión creo que en el caso de Bretón andaríamos en un nivel 7 u 8, lo que vista la crueldad del hecho da mucho miedo pensar lo que puede darse hasta alcanzar el nivel 22. Pero sin llegar a los homicidas, cual es la escala de los malos a secas, esos que nos rodean diariamente.
De la hijoputez
Llevándolo a nuestro día a día, me gustaría hacerme eco del libro de Marcelino Cerejido: “Hacia una teoría general sobre los hijos de puta. Un acercamiento científico a los orígenes de la maldad” (Tusquets).
Estamos acostumbrados a convivir con los hijos de puta porque todos, en mayor o menor medida, lo somos. Los perversos andan sueltos entre nosotros, muchas veces disfrazados de líderes comprometidos con la sociedad, paladines del orden y la virtud.
Un hijo de puta o una hija de puta, nos dice el doctor Cereijido, es una persona que causa mal a sabiendas, un individuo o individua que, aprovechando determinadas circunstancias, perjudica de forma grave a otro(s) u otra (s).
Aunque aquí, me gustaría preguntar que pasa con todos aquellos «consentidores», lo que permiten, consienten y miran a otro lado a sabiendas que un hijo o hija de puta está ejerciendo su perversidad contra alguien. Más estando en sus manos el poder detenerla. Un dilema darles un calificativo, ¿o no?.
Pero siguiendo con Cerejido, las hijoputeces ¿son clasificables? El doctor Cereijido piensa que sí aunque, advierte, ninguna tipología puede agotar un asunto que por definición es abundante, polimorfo y polisémico. Aunque dentro de las hijoputeces más habituales resulta viable destacar las siguientes:
- hijoputeces por costumbre o tradición (como el vendaje y la deformación de los pies femeninos en la cultura china o la ablación del clítoris en la cultura musulmana)
- hijoputeces transmitidas por cuentos y leyendas infantiles (que sirven para reafirmar la autoridad de los padres mediante la represión y el miedo de sus vástagos)
- hijoputeces diplomáticas (como la hambruna en África, producto no de la “falta de lluvia” sino de la destrucción socioeconómica perpetrada por las potencias del primer mundo al liberar sus colonias y mutilar sus territorios, impidiendo así que muchas de las tribus seminómadas que todavía pueblan aquellos lares se vean imposibilitadas para emigrar en busca de los recursos necesarios para su manutención)
- hijoputeces consumadas por madres y padres de familia que explotan, golpean y utilizan a sus hijos para cometer delitos u obtener dinero
- hijoputeces relacionadas con la tortura y el abuso de autoridad
- hijoputeces manejadas como si fueran activos bancarios (en donde el hijo de puta, antes de transgredir, acumula un capital de virtud para poder hacerlo sin culpa)
- hijoputeces relacionadas con el “cognicidio” (en donde todo tipo de adoctrinamientos y fundamentalismos le restringen al otro su derecho a interpretar la realidad de la mejor manera posible)
- hijoputeces vinculadas al genocidio (en donde el principal objetivo es cosificar al otro, exterminarlo y evitar que se reproduzca)
- hijoputeces relacionadas con la corrupción
- hijoputeces emparentadas con la Schadenfreude (vocablo alemán que designa el sentimiento de alegría que provoca el sufrimiento ajeno)
Tal y como presentan este ensayo en Paidós, » la investigación de Marcelino Cereijido replantea una de las dudas existenciales más antiguas de la humanidad: ¿por qué existe el mal? Mediante una perspectiva genética –que no deja de lado la historia, la literatura e incluso la filosofía–, este fisiólogo celular y molecular examina la «hijoputez» como «infamia universal». Según su análisis, el afán por causar daño al prójimo es mucho más que un comportamiento cultural o psicológico, responde a pautas y patrones que permiten un estudio de la maldad desde un punto de vista biológico. Con un lenguaje ameno, siempre apegado a la ciencia, Cereijido busca una explicación al comportamiento de los soldados en Guantánamo y Abu Ghraib, los distintos tipos de castigos y tormentos infligidos a través de la historia, así como el maltrato cotidiano al que están expuestos millones de personas condenadas a la pobreza por una serie de decisiones tomadas por «hijos de puta».»
El propio Cereijido afirma en una entrevista publicada en la Revista Cultural del Clarín: «Se gastan millones de dólares en investigar todo tipo de enfermedades y casi nada en explicar las raíces de la mayor causa de sufrimiento humano. Al lado de la hijoputez, el cáncer, la lepra, el mal de Alzheimer y las enfermedades cardíacas son juegos de niños. Me desespera que se den por sentado que se trata de un fenómeno consciente y racional modulado por la ética. Apabulla constatar que el Homo sapiens recurre a la maldad con naturalidad y frecuencia. Ser un hijo de puta, en pequeña o gran medida, es parte de la naturaleza humana. Cualquier persona se puede volver un hijo de puta por las circunstancias, por eso lo importante es estudiarlas.» Y concluye: «No existe un gen de la maldad en el ser humano aunque hay circunstancias que propician la perversidad».
Hannah Arendt y la banalidad del mal
Estas circunstancias se debieron dar con el nazismo para que la misma sociedad que había dado un Bach, un Planck, un Durero, de pronto se ponga a matar a millones de personas. Algo, aún hoy incomprensible. En estos días hemos podido disfrutar la película sobre Hannha Arendt acercándonos a su figura y a su reflexión sobre el mal. Aunque quizás la película para mí no termina de profundizar en la figura de Hannah, hay que agradecerle que a muchos que la desconocíamos nos haya permitido conocer a esta mujer extraordinaria.
Hannah Arendt fue una de las más grandes pensadoras del siglo XX. Nació en 1906 en Hannover, Alemania, de origen judío. Fue discípula de Heidegger, Husserl y Jaspers. Vivió en Alemania hasta 1933 de donde huyó del nazismo trasladándose a París y, en 1941, tras la ocupación alemana de Francia se estableció en Nueva York. Fue profesora de las Universidades de Berkeley, Princeton, Columbia y Chicago. También fue directora de investigaciones de la Conference on Jewish Relations (1944-1946) y colaboradora de diversas publicaciones periódicas como Review of politics, Jewish Social Studies, Partisan Review y Nation. Sus actividades se repartieron entre la filosofía y la teoría política adquiriendo gran prestigio tanto en Europa como en América.
En 1951 publicó Los orígenes del totalitarismo, quizás su libro más famoso, donde consideró al comunismo y al nazismo en un mismo plano provocando grandes discusiones. Le siguieron textos tan importantes para el pensamiento contemporáneo como Sobre la revolución (1963), Hombres en tiempos de oscuridad (1968), La condición humana (1969), La vida del espíritu (1971) o la crisis de la República (1972). Pasó sus últimos años ejerciendo la enseñanza en la New School for Social Research, murió en 1975.
En la película se nos cuenta el periodo de su vida en que se presenta al The New Yorker para cubrir la noticia del juicio al nazi Eichmann, capturado en Buenos Aires, más bien raptado por agentes israelíes, y trasladado a Jerusalén dónde fue juzgado. A pesar de ser una reconocida filósofa y las reticencias periodísticas ante ello, finalmente consiguió el encargo que acabó transformado en el libro Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal (Lumen en español).
La película refleja muy bien la sorpresa de percatarse que se puede ser a la vez un asesino de masas y un imbécil lo que dió pie a que Arendt acuñara el concepto de “banalidad del mal”. Eichmann fue un estricto oficinista de la Gestapo que realizó la gestión administrativa de su departamento con extraordinaria eficacia. De ahí que Hannah Arendt ante la expectativa de encontrarse con un ser malvado en el juicio, choca con la imagen de un estúpido que fue capaz de hacer un daño extremo al pueblo judío sin verse afectado por un envilecimiento moral excepcional. La película entra en el debate sobre la “banalidad del mal” como el mal extremo ocasionado por miles de seres mediocres que no piensan. El pensamiento que postulaba Arendt es la resistencia firme a colaborar con ese mal banal. Y alguien que no piensa es capaz de auténticas salvajadas sin reunir deformidades morales monstruosas.
El concepto de banalidad del mal que esgrimió Hannah Arendt jamás pretendió eximir de culpa al criminal. Para Arendt, la falta de pensamiento, equivale justamente a la banalidad.
«Que un tal alejamiento de la realidad e irreflexión en uno puedan generar más desgracias que todos los impulsos malvados intrínsecos del ser humano juntos, eso era de hecho la lección que se podía aprender en Jerusalén. Pero era una lección y no una explicación del fenómeno ni una teoría sobre él.» diría Hannah en el prólogo de su edición alemana de 1964.
Pero claro, Hannah Arendt mujer extraordinariamente inteligente además de valiente no se calló tampoco el hecho conocido pero no difundido de la colaboración de los Consejos Sionistas con Eichmann por lo que casi la pasan a cuchillo, política e intelectualmente.
Hoy casi todo el mundo le da la razón. Pero quizás admitir la banalidad del mal de los años 40 sea más fácil que la de ayer. De malos, enfermos y trastornados. Y de Hijos e hijas de puta, con perdón. Apaguemos las noticias y leamos a Arendt.